Por Fernán Escudero
Al despedir a Miguel Delibes Setién (Valladolid, 17 de octubre de 1920–12 de marzo de 2010) se hace inevitable recordar la que, junto a su labor docente, es una de las facetas que han pasado en él más desapercibidas: el escritor también fue dibujante profesional. De hecho, esta profesión resultó decisiva en su trayectoria, porque le abrió las puertas del mundo de la prensa, a partir del cual conquistó la literatura.
El Norte de Castilla, el diario del que llegaría a ser director, le contrata como caricaturista en 1941, con el modesto salario de 100 pesetas al mes. Pronto, en 1942, emprende tareas de redacción, a través de crónicas que él mismo ilustra con retratos cómicos de deportistas y artistas, sobre todo jugadores de fútbol y estrellas de cine, nunca políticos, ya que, a consecuencia de la feroz censura franquista, la caricatura personal de personajes de la política desapareció de los medios impresos españoles hasta avanzados los años sesenta; aunque tal avance no impidiese que en 1963 Delibes fuera forzado por el entonces ministro de Información, Manuel Fraga, a dimitir de la dirección del periódico debido al cariz crítico de su línea editorial, especialmente el de ciertos reportajes sobre la misérrima situación en que se hallaban los campesinos castellanos, abandonados a su trágica suerte también en plena España del desarrollismo.
Pese a esta mordaza, el periodista, quien al hacerse redactor había relegado la actividad de dibujante y aún dispone del medio de subsistencia que le da su profesión paralela de catedrático universitario de Derecho Mercantil, logra consumar su denuncia en los libros, cuyo control gubernamental fue algo menor al sufrido por los medios informativos.
En su etapa de caricaturista rubricó sus “monos” con el seudónimo-acrónimo MAX, formado por M de Miguel, él mismo, A de Ángeles de Castro, su novia y luego esposa, y X de la incógnita que entonces era su futuro. Gran interrogante a despejar, porque hace poco que ha regresado a su ciudad natal y para siempre, Valladolid, desde un buque del bando franquista en el que ha vivido el último año de una contienda que le dejó indelebles cicatrices psíquicas, como a toda su generación, y ha decidido sumar las carreras universitarias de Comercio y Derecho a sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios. Eligió su primer apellido, Delibes, para firmar los dibujos de paisajes y escenas de su conocida afición cuasi genética por parte de padre, la caza, su nexo con la naturaleza, cuyo apego a su vez transmitió a sus siete hijos, hasta el punto de que cuatro de ellos se hicieron biólogos.
Miguel Delibes –a quien por otra parte le hubiera gustado heredar el genio musical de otra celebridad familiar, su pariente lejano el compositor francés Léo Delibes, y ha afirmado que sobre todo escribía de oído– después de explorar el humor gráfico encontró una nueva vía de expresión para su afilada capacidad visual en la puesta en escena de sus obras en el teatro y el cine, en la que se implicó íntimamente.El escritor de Castilla, con su mirada clara de grandes ojos azules –tampoco eran pequeñas sus orejas; así lo reconoce él mismo en sus autocaricaturas–, nos ofrece un ejemplo más en la historia del arte de cómo el talento literario con frecuencia es inseparable del plástico, de cómo las vertientes sensoriales y verbales de las ideas-palabras-imágenes cobradas, cocinadas y servidas por individuos excepcionales, afianzados sobre la condición sine qua non del humor para mejorar el mundo, conducen a una explosión de creatividad que rara vez será unívoca. Y que puede tener serias repercusiones sobre la mentalidad colectiva, como las provocadas en la sociedad española por la obra de este creador ya inmortal, que nació al público llevando bajo el brazo el pincel de desentrañar con gracia las caras del prójimo y de la realidad.
Entre los innumerables reconocimientos recibidos, Miguel Delibes fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alcalá en 1996. Algunos ejemplos de las caricaturas del joven Delibes pueden verse en la web de El Norte de Castilla y en la del Instituto Cervantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario